Duamtu Nieimu Tami Lof lamngen María Millanao Ñancupil

La lamngen María Millanao Ñancupil, proveniente de la reducción Cheuquelaf de la comuna de Galvarino en la IX región, fue una de las socias fundadoras de nuestra Comunidad Trepeiñ, nos legó su compromiso profundo por las personas mayores, una vida vinculada al servicio comunitario y el respeto genuino por nuestra historia Mapuche. La despedimos físicamente un día 15 de abril de 2021, luego de una avanzada enfermedad.

En esta edición la recordamos por las semillas sembradas en años difíciles de honrar nuestros orígenes indígenas en la capital. Reconocemos en sus historias el newen o la energía movilizadora de vida, que nos alegró el corazón con sus memorias en el libro “Mapudungun epew, piam ka konew” (2010), como un soplo de esperanza para quienes han enfrentado la ausencia del padre desde la niñez y en el transcurso de su vida; pero con la valentía de una madre que tiene que dejar a sus cuatro hijos e hijas al cuidado de diferentes familias, para atravesar cientos de kilómetros para educar y cuidar a los hijos de otras familias.
Su espíritu sereno y generoso conviven en nuestra comunidad hasta los días de hoy.
Rangiñ Ñukemapu amuaymi Küme amuñmuaymi, kelluaymi tami lof. Hacia la madre tierra te irás, Qué te vaya muy bien lamngen María Millanao y cuida a tu comunidad.

Extracto de sus memorias:

“Viajamos a Santiago en tren, todo era tan extraño para mí mientras el tren avanzaba tan rápido yo veía que los postes de la luz y los árboles caían, sólo era mi imaginación, los ojos se me iban por la velocidad del tren.
Llegamos a Santiago, después mi mamá me llevó a una feria, donde había un cerro de naranjas que las encontré tan bonitas y fragantes. Mi mamá me compró no sé cuantas y yo le di un mordisco a una y la encontré tan amarga y mala, es que yo no sabía que antes tenía que sacarle la cáscara. Fue mi primera anécdota en la ciudad.”

El derecho desde la visión de mi pueblo

Mari mari pu lamngen, mi nombre es Sara Pairican González. He aprendido que debemos decir nuestros dos apellidos porque venimos de madre y padre; en la cultura Mapuche siempre hay una dualidad. Estudié Derecho en la Universidad Católica de Chile, donde pasé años aprendiendo sobre derechos humanos, leyes y justicia. Sin embargo, cuando solicité ayuda a mi comunidad para postular a una beca de magíster, comencé a aprender reflexivamente. Desde entonces, participo activamente en mi comunidad, he aprendido a saludar, a despedirme en mapudungun, he conocido el Rewe y he asistido al Wiñol Tripantü.
He aprendido muchas cosas que nunca me enseñaron en la universidad, cosas que me han permitido ver el mundo desde una nueva perspectiva.
Durante el magíster, tomé un curso de derecho indígena, en el que profundizamos sobre el tratamiento que el derecho winka —es decir, el derecho chileno— da al territorio y sobre cómo espera que sea la justicia. Era la única persona de un pueblo originario en la clase. Aprendí que, según el convenio 169 de la OIT, el Estado tiene el deber de promover el desarrollo de los pueblos indígenas, de respetar el valor ancestral que estos le dan a sus tierras y, en lo posible, de honrar las formas en que estos pueblos sancionan a un infractor, siempre que se respeten los derechos humanos. Estoy convencida de que la cosmovisión y la conexión de los pueblos originarios con la tierra pueden ser clave para combatir la destrucción del medio ambiente.